La chía (Salvia hispanica L) es una planta herbácea de la familia de las lamiáceas. Es nativa del centro y sur de China, Tokio y Nicaragua y, junto con el lino (Linum usitatissimum), es una de las especies vegetales con la mayor concentración de ácido graso alfa-linolénico (omega 3).
Estas maravillosas semillas contiene calcio (631 mg/100g), hierro (7,72 mg/100g), magnesio (335 mg/100g), fósforo (860 mg/100g), potasio (407 mg/100g), zinc (4,58 mg/100g), selenio (55,2 µg/100g), niacina (8,8 mg/100g), folato (49 µg/100g).
Además, las semillas de chía son fuente de fibra soluble e insoluble, por lo que ayuda a reducir la carga glucémica de lo que acompañe y mejora el tránsito intestinal. Ojo con las personas que tiendan a tener SIBO o hiperfermentación intestinal, porque pudieran no serle beneficiosas. Por tanto, comenzar siempre por una pequeña cantidad para probar qué tal sientan.
CONSEJOS CULINARIOS:
Consumir siempre en crudo, y habiéndolas rehidratado antes (que es cuando liberan su mucílago, que es fibra soluble). También pueden molerse para tener más acceso a sus grasas saludables, pero hacerlo siempre al momento (o bien conservarlas molidas en un bote de vidrio en el congelador, para evitar que se enrancien).
ANOTACIÓN:
Sin duda, V de Vegetal preferimos consumir semillas de lino, porque son propias de donde vivimos y porque se semejan en nutrientes a las de chía. Esta receta te la presentamos porque nos han regalado un paquete de semillas de chía, y hemos querido probar. Pero reiteramos que sin duda seguiremos apostando por el lino (o linaza).
COCINA FUNCIONAL CON CHÍA: